jueves, 20 de septiembre de 2007

Ryszard Kapuscinski



Aquí está un breve texto que escribí con motivo de la reciente muerte de Kapuscinski. El libro que comentamos la clase pasada es Un día más con vida. El cual es igual de fantástico que Ébano, El mundo de hoy, El Sha o la desmesura del poder, Lapidarium IV, etcétera.

Ryszard Kapuscinski
Saúl López Noriega
Revista Vértigo
Febrero 2007
El reportero del siglo. Este es el sobrenombre que múltiples intelectuales y periodistas le han colocado al recién fallecido Ryszard Kapuściński. Polaco e historiador de profesión, la obra del autor de Ébano está marcada por ese ímpetu de aventura que lo llevó a saltar entre continentes y países durante años, buscando siempre colocarse justo en el centro de las circunstancias. Sus libros son el resultado de un inquebrantable afán de escudriñar con sus sentidos el desarrollo de los acontecimientos. Se trata del registro de un colorido abanico de revoluciones, guerras, golpes de Estado. De ahí el origen de otro elogio: el hombre que mejor conocía el mundo.
Alrededor de sus textos aún se discute dónde se ubican en el mapa de los géneros literarios. ¿Se trata de un conjunto de ensayos o de una serie de crónicas? O, mejor aún, estamos ante algo inédito: la “ensayización” del reportaje. El debate no me parece del todo apetitoso, huele a interminable discusión universitaria que finalmente olvida lo medular: el hilo que une su obra. Ese ingrediente que es posible encontrar en cada uno de sus libros: la heterogeneidad de nuestro planeta. Sea a través de los brochazos de la literatura o de los cincelazos del reportaje, Kapuściński buscó devorar el mundo. Ofrecernos imágenes de las diversas culturas, pueblos e ideas que conforman ese complejo rompecabezas que es el globo terráqueo. Como él mismo señaló en una entrevista: “He intentado siempre conocer el mundo, los pueblos, otras culturas, otras ideas. Mi vida ha sido escribir sobre esto. Hacer llegar a los lectores algo tan importante como esto ha sido el sentido de mi vida […] Esa carrera profesional, esa obsesión de intentar hacer entender otras mentalidades, otros pueblos, otras experiencias, otras cosas… Eso he tratado de hacer siempre.”

Esa irrefrenable curiosidad por conocer el mundo lo llevó inevitablemente a poner especial atención en las voces marginadas. Un impulso por diluir la nata mediática y cultural que nos impide conocer esas realidades que, por su miseria e insignificancia, pareciera que no existen. Pero que son imprescindibles para entender nuestro tiempo. Si Edward Said criticó el autismo de Occidente, el periodista polaco se esforzó por ofrecernos una visión más completa de los entornos y matices que componen a la humanidad. Así, al recorrer su obra tropezamos con autoritarismos, conflictos civiles y hambrunas que ha sufrido el mundo subdesarrollado en los últimos lustros. Pero también encontramos una colección de diversas estampas no occidentales sobre el tiempo, la sociedad, el matrimonio, el individuo, el dinero. Exprimir los textos de Kapuściński deshace, pues, el mito de la globalización y la uniformidad cultural. Para bien y para mal, aún existen muchísimas sociedades y culturas disímiles, o diametralmente opuestas, al modo de vida occidental. El mundo globalizado se reduce a un pedazo; un buen trozo, es cierto, pero sólo una porción del planeta.
Ese interés por escuchar y entender al otro, al diferente, le permitió esbozar un complejo lienzo de algunas de las diferencias culturales que colorean al planeta. Pero, curiosamente, también resultó en un interesante trazo de nuestras debilidades y obsesiones comunes. La perenne ilusión por las utopías, la avidez insaciable de poder, el desprecio por la otredad. Y todo eso lo hizo con una pluma que, efectivamente, baila con soltura y elegancia entre la metáfora y la descripción.

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