lunes, 29 de septiembre de 2008

Más sobre propaganda

El día de ayer en el periódico Reforma, se publicaron dos artículos bastante buenos sobre propaganda y opinión. Uno de Juan Pardinas y el otro de Gabriel Zaid. Pardinas analiza la estrategia propagandística del gobierno federal frente al narcotráfico:
Esta propaganda oficial en medios electrónicos es una patología singular del gobierno mexicano. No conozco ninguna otra democracia en el mundo donde la autoridad tenga su propia pauta comercial. En Estados Unidos, la Casa Blanca o el Pentágono no anuncian sus victorias contra el terrorismo junto a la propaganda de un champú anticaspa. El gobierno de Estados Unidos también trata de ganar la guerra en el frente mediático, pero con un arma distinta: la información. Por medio de conferencias de prensa cotidianas, datos sólidos y algunas verdades a medias, Washington intenta construir su propia narrativa sobre los conflictos bélicos en el Medio Oriente.
El gobierno mexicano confunde la propaganda con la rendición de cuentas. En la guerra contra el narco hay muchos cadáveres y muy poca información. ¿Quiénes son los más de 3 mil ejecutados del 2008? ¿Cómo están relacionados entre sí? Muchas veces ni siquiera se proporcionan los nombres de los fallecidos. Sin información es imposible determinar los avances o retrocesos en la lucha contra el crimen organizado. En las guerras tradicionales, el éxito militar se medía por el avance y el control territorial de los ejércitos. En Iraq, las fuerzas armadas gringas miden sus resultados en función del incremento o disminución de los ataques terroristas. En México no tenemos una métrica clara para determinar la diferencia entre la victoria y el fracaso. El gobierno sostiene que el incremento en la violencia es una consecuencia de la eficacia de su estrategia. Puede ser que el presidente Calderón y su gabinete de seguridad tengan razón, pero en la situación actual del país esa explicación parece absurda. Sólo los verdugos y las agencias funerarias miden su éxito con base en el número de muertos.
Gabriel Zaid, por su parte, aborda el tema de la reciente prohibición constitucional a particulares de comprar publicidad mediática durante los procesos electorales. Este tema, por cierto, será resuelto por la Suprema Corte en esta semana. Valdría que siguieran los principales argumentos que ofrezcan los ministros para apuntalar su decisión. Dice Zaid:
Paradójicamente, en vez de combatir ese derroche, algunos empresarios abogan por aumentarlo con su propio dinero. Alegan que prohibir el gasto privado en propaganda electoral restringe la libertad de expresión. No ven el problema de abrir la puerta a los narcos y otros millonarios del crimen, que gastan en propaganda para que lleguen al poder los candidatos que protejan sus negocios.
Pero, además, confunden opinión y propaganda. La esencia de la propaganda es la repetición. Opinar en una reunión, en un escrito, en una entrevista, en un debate, no es producir un comercial que se cuelgue en todos los postes y se repita mañana, tarde y noche en todas las estaciones de radio y televisión. Una cosa es opinar libremente, con la amplitud necesaria para expresar un punto de vista, y otra bombardear con mensajes breves y repetitivos. Una simple opinión puede tener la fuerza de un argumento convincente, pero no la fuerza de la repetición que entroniza unas cuantas palabras. Una opinión repetida mil veces no es una simple opinión.
La libertad de bombardeo (incluso comercial) debe estar reglamentada, sobre todo en las calles y en la televisión. No debe confundirse con la libertad de expresión. En la confrontación de ideas y de personas en un debate, gana el que convence. En el bombardeo, gana la repetición. La confrontación degenera en guerra de presupuestos, y abre la puerta al dinero del crimen.

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